lunes, 28 de julio de 2008

QUERIDO PRESIDENTE


Ya no estoy tan seguro de que usted signifique el socialismo, pero sigo convencido de que sus enemigos significan la barbarie. Desde que iniciamos juntos este camino hace ya nueve años, estaba seguro de que si su discurso democrático era sincero, los resultados se traducirían más tarde o más temprano, en el nacimiento de una auténtica oposición a su propuesta política. Y para que no nos confundamos, debo aclarar que eso que desde el principio se autodefinió como 'oposición al Rrrrrrégimen', nunca ha sido más que un inmenso residuo resistente de la etapa histórica recién superada bajo su liderazgo. Para mí, los restos atomizados o reciclados de la vieja clase política, son una especie de basurero ruidoso y agitado como son todos los rellenos sanitarios de este mundo. Y esto no quiere decir que desprecie su capacidad para torcer el rumbo de la Historia –no nos equivoquemos triunfalmente- porque podemos terminar todos juntos en la misma pocilga de donde Julito Borges sacó un día los marranos que trató de introducir en la Asamblea Nacional.

La oposición a la que me refiero es una oposición revolucionaria y socialista, una oposición que le señale a usted las inconsecuencias y los errores que entre todos cometemos, no para derrocarlo sino para seguir avanzando juntos… si acaso es todavía posible.

Se que esta postura es casi un sacrilegio para quienes desde la 'nomenklatura' burocrática han construído a su alrededor un muro de adulación y desprecio.

A diferencia de los que le atribuyen a usted una especie de infalibilidad papal, aquellos que de buena fe o por un cochino oportunismo, le celebran cualquier ocurrencia, yo prefiero situarme en la acera cada día mas poblada, de los que con frecuencia preferimos mantener una sana distancia crítica que a todos –incluido usted- nos beneficia.

Presidente: No puede irse por el mundo cometiendo contradicciones flagrantes –eso que elegantemente llaman 'golpes de timón'- sin producir el asiento contable de un débito en la cuenta del prestigio personal. Me parece a mí que el respaldo popular es como una cuenta de ahorros que debe ser administrada sabiamente para no tirar por la borda todo un proyecto de país en el que todos estamos empeñados, no solamente usted.

Permítame algún ejemplo relevante, el más reciente, el que colmó mi copa.
Álvaro Uribe es un asesino, un mentiroso compulsivo, un repugnante lacayo del Imperio, un narcotraficante, un paramilitar, un corrupto que compra presidencias sobornando congresistas, un hijo predilecto de la mafia narcotraficante de Medellín. De modo que cuando usted se refiere a el con el edulcorado apelativo de 'mi hermano', siento unas ganas irresistibles de vomitar. Y mas cuando recuerdo que hace apenas dos meses, usted le calificaba de modo parecido al que yo estoy empleando en estas líneas. ¿Dónde quedó, presidente, su apoyo solidario al dignísimo presidente Correa?.

Entiendo que la defensa de objetivos más importantes, puede obligar a veces al gobernante a dialogar casi con cualquiera. Si, pongamos por caso, no comparto sus lisonjas a Lorencito Mendoza, hago mi mejor esfuerzo por 'tragar grueso'y mirar para otro lado, pero creo que esa conducta tiene límites. Acercarse a Uribe es congraciarse con el 'ayuda de cámara' de Bush, con el lacayo que le retira todas las mañanas la bacinilla de debajo de la cama, con la piedra de tranca al esfuerzo de la integración soberanía sudamericana.
Y le digo mas, creo en usted –entre otras cosas- porque nunca ha manifestado vocación de equilibrista.
Yo le apoyo y le seguiré apoyando porque todavía percibo en usted al hombre digno, sin medias tintas que como decimos coloquialmente, ha demostrado ser capaz de 'zumbarse por un barranco en pos de las ideas en las que cree' y porque también ha exhibido la mas noble humildad para reconocer los errores.
Rectifique presidente, apóyese como siempre en este pueblo digno que está dispuesto a poner rodilla en tierra para defender el mismo sueño que usted nos contagió y que pasa por la defensa de una dignidad nacional que el gobierno colombiano ha puesto como lazo de cochino, cada vez que le ha dado la gana. Solo hace falta recordar declaraciones recientes del marrano ministro Santos en contra suya y en contra de Venezuela, que para mi todavía es lo mismo.
Solo para concluir con un poco de humor estas amargas líneas, aclaro que todas las acusaciones que acabo de escribir contra el presidente colombiano, las recuperé en la memoria de una 'Lap Top' que me encontré abandonada en el Parque Los Caobos y que puedo prestar para el análisis de INTERPOL si me la solicitan.
Pedro Calzada

No hay comentarios: